Hoy traigo una receta de bollería sacada de El País Semanal de hace un par de meses. Tenía ganas de hacerla, pero lo he ido dejando entre galletas, rosquillas y demás. Pero el viernes estaba preparando una tarta para un cumpleaños y mientras se hacía, decidí prepararlos para el desayuno del fin de semana. La verdad es que están muy ricos, tanto solos como tostados con un poco de mantequilla y mermelada.
Esta semana y la que viene tengo los cumples de Miguel y Carmen, así que las próximas entradas serán de las tartas y galletas que les haré. Ya tengo la cabeza inventando, para que se sorprendan al ver la tarta. Ya os contaré.
Y ahora vamos con la elaboración.
Ingredientes:
400 g harina
120 ml leche
1 huevo
125 g puré de patatas (puede ser de paquete)
100 g azúcar
7 g levadura seca
4 g canela
75 g mantequilla
Elaboración:
Ponemos todos los ingredientes en la amasadora, excepto la mantequilla.
El puré de patatas puede ser natural o de copos, pero si es con patata cocida, pasarla por el pasapures para que quede mas fino.
Amasamos hasta obtener una masa un poco dura que no se pega a las manos.
Añadimos la mantequilla en trocitos y volvemos a amasar hasta que se integre bien en la masa. Al principio, parece que no se incorpora, pero insistid en el amasado y vereis como obtenéis una masa mas ligera y muy fácil de trabajar.
Pasamos a la mesa, hacemos una bola y dejamos reposar unos 10 minutos.
Pasamos a un bol engrasado y dejamos fermentar hasta doblar. Para hacerlo mas rápido, podéis usar el horno a 50ºC o si como me sucedió a mi, vuestro lavaplatos acaba de terminar, usar ese calor para fermentar. La verdad es que dio resultado.
Pasamos de nuevo a mesa y cortamos en porciones de 70 g o así. Deben salir 12.
Preparamos la bandeja de los cupcakes, engrasando los huecos.
Hacemos bolas y las ponemos en los huecos.
Dejamos fermentar hasta que salgan un poco por encima de los huecos. Pintamos con huevo batido y precalentamos el horno a 180ºC.
Una vez caliente, introducimos la bandeja y horneamos unos 20-25 minutos, hasta que estén bien dorados.
Sacamos la bandeja y dejamos templar antes de desmoldar.
Desmoldamos ayudándonos de un cuchillo de punta redonda y dejamos enfriar sobre una rejilla.
Una vez fríos, espolvoreamos con azúcar glas y listos para merendar.
La verdad es que quedaron preciosos, y lo mejor, lo buenos que están. No excesivamente dulces ni con demasiada canela, una merienda diferente pero deliciosa.
Hasta la próxima.
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